Juan Pedro lleva 6 años sin salir de
su cuarto; quiere someterse a cirugía de bypass gástrico
Aguascalientes. Sonriente, cantador,
con la ilusión de perder kilos, Juan Pedro pasa su vida en cuatro paredes,
lleva seis años sin salir de su cuarto. Por una ventanita que da al patio sabe
que amanece y oscurece; 400 kilos lo tienen en una cama rodeado de cojines,
acompañado de su perro Barbas.
Siendo un niño comenzó a ganar peso;
nació con 3 kilos 400 gramos y al llegar a los 15 años superaba los 200 kilos;
a los 17 un accidente automovilístico complicó su salud y obesidad.
Antes de sufrir una volcadura Pedro
tocaba la guitarra y cantaba en el coro de los templos de Jardines de la
Asunción, se echaba una ‘cascarita’ de fútbol y era “bien cumbiambero”, dice su
madre María de Jesús Salas.
“Su muchacho”, como le dice, suelta
una sonrisa pícara al recordar que entonces tuvo dos o tres novias. Hoy, a los
32 años, Pedro tiene esperanza. Anhela ingresar a una clínica de Estados Unidos
que vio en Fat Doctor.
Sabe que la gente lo conoce, su peso
ha atraído reflectores, pero es invisible a los ojos de instituciones que lo
pueden ayudar, como el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición
Salvador Zubirán, al que, afirma, habló sin ser tomado en cuenta.
“En México, donde hay tanta gente
obesa, no se hace nada por tener una clínica para atender a una persona así, de
perdida una ambulancia donde transportarte. En mi caso, todas las enfermedades
que he tenido las he pasado aquí”, señala Pedro.
Es el hijo soltero de la familia, sus
padres lo cuidan y él, asegura, está pendiente de ellos, pues son dos personas enfermas.
Su padre Herminio Franco recibe una pensión mensual de 2 mil pesos que destina
al sustento familiar.
A su cama matrimonial, que ocupa por
completo, la bordea una estructura metálica en forma de cubo con travesaño del
cual están sujetas unas asideras que, describe, le sirven como apoyo para
moverse y levantarse.
Juan Pedro estima que anda rondando
los 400 kilos de peso, sin tener certeza por lo latoso que es meter una báscula
a su habitación.
Hace tiempo, recuerda, ayudaba a su
mamá a cuidar un pequeño negocio que montaron en la sala de su casa. En su
habitación, recibe a los proveedores y lleva las cuentas.
“¡Todos contra el gordo!”. El Niñote
Franco, como se identifica en Facebook, recuerda que de pequeño subía 10 kilos
por año, a causa de una enfermedad por inflamación en las células que le fue
diagnosticada por un estudio que le mandaron hacer en Canadá.
Se quedó en el tercer grado de
secundaria. Cansado de las agresiones de sus compañeros abandonó la escuela,
porque le decían: “¡Todos contra el gordo!”. Ahora comenta que le resta
importancia a esa gente que se burla.
Su habitación al fondo de la vivienda
de interés social es su único espacio desde hace seis años, cuando sufrió un
coma y se hinchó por la retención de líquidos. A su derecha está un tanque de
oxígeno y junto a éste hay un equipo electrónico CIPAC y un nebulizador. Todo
le sirve para regular la respiración.
Los médicos no han identificado el
motivo por el que retiene líquidos; pero tiene una enfermedad pulmonar
obstructiva crónica denominada EPOC, así como diabetes. “A veces me deprimo.
Sólo el que está metido en el hoyo sabe cómo está por dentro”, dice.
La indicación de todos los doctores es
que debe bajar de peso y que cuando tenga 100 kilos menos puede ser sometido a
una cirugía en un hospital del IMSS de Guadalajara.
Hace cuentas. Para cubrir el plan
alimenticio que tiene indicado requiere mil 200 pesos semanales, que no tiene.
Hace rifas con amigos y en ocasiones recibe donativos, que no son suficientes.
Dice que no puede gastarse la poca ganancia de la tiendita en su comida. “No es
tan fácil bajar de peso, ¿a poco cree que yo estoy así porque quiero?, una
opción es que me internaran, me dieran la dieta y me tuvieran controlado los
doctores, me proporcionaran el oxígeno y todo lo que se requiere, no nada más
es bajar; el cuerpo se va descompensando. Si yo no hago mi dieta es porque no
tengo, no porque no quiera, la voluntad no se acaba. Yo me quería llamar
Esperanza para morirme al último”, vacila.
Tiene la meta de conseguir una
trompeta para fortalecer los pulmones. En el ánimo de no deteriorar más su
estado físico hace ejercicio aeróbico con una bicicleta para las manos. Delante
de su cama se observa un monitor de computadora. Su televisión estará apagada
hasta que tenga recursos para comprar un decodificador, porque tener una nueva
no es su prioridad.
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