viernes, 28 de abril de 2017

LOS PENSAMIENTOS RUMIANTES GENERADORES DE ANSIEDAD.


Los pensamientos rumiantes son aquellos a los que damos vueltas sin parar pero a los que no buscamos una solución. Si no optamos por eliminarlos, sabotearán nuestro bienestar.
Los pensamientos rumiantes son aquellos responsables de llevarnos hasta la extrema preocupación que desemboca en ansiedad. Pero, ¿por qué ocurre esto?
Algunas personas suelen darle muchas más vueltas a lo que les ocurre. Piensan en lo que han dicho, en lo que ha pasado, en lo bueno o no que ha sido…
No obstante, estos pensamientos rumiantes no solo se centran en el pasado, sino también en el futuro. Un futuro desconocido donde las suposiciones, las dudas y las creencias negativas hacen acto de presencia.
Pensamientos rumiantes y equívocas interpretaciones


Si hay algo que tienen los pensamientos rumiantes es que nos hacen llegar a conclusiones bastante desacertadas.
Pues, aquello a lo que le estamos dando vueltas está gravemente influenciado por miedos, carencias, necesidades y otra serie de pobrezas que residen en nosotros mismos.
Si necesitamos de los demás para ser felices, para sentirnos capaces y válidos, entonces estos pensamientos rumiantes se harán eco en nuestra cabeza.
Siempre nos centramos en el otro, en lo que pensará, en si le está gustando cómo somos o nos comportamos. Pero, ¿dónde quedamos nosotros? ¿Dónde reside nuestra propia opinión?
La baja autoestima deriva en una inseguridad que nos afecta a todos los niveles de nuestra vida. Esta ocasiona conflictos, sentimientos de culpabilidad e ideas equívocas que nos hacen dudar de todo y de todos.
Esta situación provoca algo que no queremos: el rechazo de los demás. Y es que nos enfocamos tanto en el resto de personas que cualquier cosa mínima que ocurra la sentiremos como una decepción, una mentira, una deslealtad.
No obstante, somos nosotros quienes nos decepcionamos a nosotros mismos.



 Los pensamientos rumiantes son como el pez que se muerde la cola. Parece que no hay un final, que no hay una salida posible.
De hecho, las personas que padecen de este tipo de pensamientos carecen de una habilidad esencial: la valentía de tomar decisiones.
El hecho de no decir lo que piensan o de no hacer lo que quieren porque saben que eso tendrá diversas consecuencias provoca que se refugien en esos pensamientos que las consumen por dentro.
Poco a poco, la ansiedad se irá haciendo eco, les sorprenderá en cada esquina e irá adquiriendo cada vez más control.
Si no se detiene a tiempo, si uno mismo no comprende que hay un problema que solucionar, la bola se irá haciendo más grande y puede hasta derivar en una profunda depresión.
Las personas que sufren de pensamientos rumiantes se auto sabotean de forma constante, lastiman su autoestima, no se creen lo suficientemente buenas…
Están tan desconectadas de ellas mismas que necesitan de los demás para sentirse “en conexión”. Sin embargo, esto jamás es una solución, sino un agravante de un problema al que no quieren mirar a los ojos.
Hora de decir “adiós” a las obsesiones


Los pensamientos rumiantes no son más que obsesiones por un tema o una situación que provocará que hagamos cosas de las que después nos arrepentiremos.
Por ejemplo, si tenemos dudas y en nuestra mente hay varios pensamientos que nos instan a pensar que nuestra pareja nos es infiel, la ansiedad se apoderará de nosotros.
Así, empezaremos a controlar la hora en la que se conecta en las redes sociales, cuánto se acuerda de nosotros, etc.
Todo lo que “descubramos” alimentará esas creencias que tenemos y que se han vuelto tan obsesivas que nos llevan a hacer cosas que no forman parte de nuestros valores.
Por eso, es importante no retorcernos en esa marea de pensamientos, muchos de los cuales no tienen razón de ser y nace fruto de una inseguridad nuestra.
Debemos aprender a verlos sin juzgarlos, sin intentar indagar en el motivo; simplemente verlos y dejar que se vayan.
Cuando retenemos esos pensamientos es cuando empezamos a rumiarlos y se tornan obsesiones.


Un pensamiento puede generarte una sensación muy negativa en el cuerpo, pero abrazarte a ella, intentar razonarla y no soltarla puede ser la peor de las decisiones.
Si un pensamiento te aborda y no te deja en paz, toma una decisión. Lo que está en tu mente te está queriendo decir algo, así que actúa.
El pensamiento rumiante es fruto de una acumulación, aguante y silencio de aquello que tanto te molesta o de lo que dudas, pero ante lo que no haces nada.
Guardarlo para ti y aferrarte a él solo te hará sentir mal. Cuando el cuerpo grita es el momento de atreverse a cambiar.

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