Cuenta la leyenda que los aztecas
partieron un día desde Aztlán, el lugar de las garzas (actual oeste de México),
en busca de la tierra de bonanza que les prometiera su dios tutelar,
Huitzilopchtli, el Colibrí Hechicero. Huitzilopchtli los guiaba en su
peregrinar. Según los mensajes celestes que el dios les enviaba, se
encontrarían en la tierra prometida cuando hallaran un frondoso nopal creciendo
solitario, sobre una roca, en medio de un pantano. Sobre sus ramas, un águila
devoraría una serpiente, indicándoles así que su largo peregrinar había llegado
a su fin.
Muchos años vagaron los aztecas,
guiados por tres hombres, Quauhcóatl, Apanécatl y Tezcacoácatl, y por una
mujer, Chimalma. En el camino se les unieron otras tribus, como los hochimilca
y cuitlahuaca. De vez en cuando, las tribus se asentaban efímeramente en algún
sitio, donde elevaban el altar de su dios y sobrevivían gracias a la caza y a
la agricultura. Mientras tanto, sus exploradores buscaban en vano la ansiada
tierra prometida.
Los aztecas fueron los últimos en
poner pie en el valle de México, por entonces bastión del poderío tolteca. Mal
recibidos, debieron buscar refugio en Chapultepec, donde se establecieron con
la autorización de los señores de Azcapotzalco. Al llegar, sacrificaron a un
joven en honor a Huitzilopochtli, y el dios se les apareció revelándoles que,
allí donde enterrasen el corazón, estaría él. Así fue fundada la primera ciudad
azteca.
Pero los jóvenes aztecas invadieron
Tenayuca en busca de mujeres, y el pueblo ofendido, aliado a otras tribus,
invadió a los atrevidos, conduciéndolos a Culhuacan en calidad de siervos. Los
pocos que lograron escapar se establecieron en las márgenes del lago Texcoco.
Poco después, el rey de Culhuacan
entró en conflicto con el de Xochimilco y envió a sus vasallos aztecas a la
batalla. Cuentan que sólo diez guerreros fueron suficientes para poner en fuga
al enemigo. La hazaña les valió el respeto del rey de Culhuacan, Cócox, quien
entregó a su hija en matrimonio al jefe azteca. Pero los aztecas sacrificaron a
la muchacha a los dioses y Cócox, ciego de rabia, ordenó exterminarlos. Pero
los aztecas consiguieron huir y se unieron a sus hermanos en el lago Texcoco. Y
dicen que allí, en un islote en el centro del lago, los aguardaba el nopal de
la profecía. Y por eso, en ese lugar tan largamente soñado se fundó, alrededor
del año 1325 del calendario cristiano, Tenochtitlan, la grande.
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