A
veces, nos exigimos tanto que no disfrutamos. Nos marcamos metas y, antes de
alcanzarlas, ya tenemos metas nuevas mucho más lejanas. Deberíamos exigirnos
menos y vivir más. Con tanta exigencia acabamos por no disfrutar del camino, y
eso, amigos, es lo peor que nos podría pasar.
Vivimos
en un mundo resultadista, importa más una nota que un aprendizaje. Incluso las
universidades parecen haberse convertido en una carrera contra el tiempo,
estudiantes devorando materia para vomitarla en un examen justo antes de
olvidarla.
Así nos
va.
A todos
nosotros, que aceptamos el mundo como nos lo dan, que nos quejamos en silencio
y nos olvidamos de las cosas verdaderamente importantes en esta vida.
Ojalá
un día levantemos la cabeza del camino que nos han marcado y miremos a nuestro
alrededor. La vida es eso que pasa a tu lado y no te das ni cuenta, te olvidas
de vivirla mientras te centras en dar un paso detrás de otro en la misma
dirección que todos los demás.
No lo
hagas, despierta, sal de ese atontamiento y da un paso fuera. Rompe de una vez
con todo eso y empieza a disfrutar con cada cosa que hagas.
La vida
no es tan larga como nos parecía en un principio, por eso hay que vivirla de
forma consciente, buscar tu propio camino y disfrutar con él.
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