Esta leyenda mexicana sucede cerca del
pueblo de Tecate, donde en un campo vivía en tranquilidad un granjero con su
familia. Su vida transcurría plácidamente hasta que un día llegaron dos
hombres, que afirmaron estar de paso hacia Tijuana. Tras darle refugio y
comida, les ofreció que pasaran la noche en su casa para evitar andar en medio
de la oscuridad y que luego siguieran su camino. Los visitantes comenzaron a
averiguar sobre las posesiones del granjero: hacienda, cosechas, dinero, etc. a
lo que el dueño de casa respondía con total inocencia, sin saber que estaba
firmando su sentencia de muerte….
Una vez entrada la noche, los
maleantes esperaron que los propietarios se durmieran para dirigirse a su
habitación y despertarlos bruscamente. Inmediatamente los obligaron a revelar
dónde escondían el dinero por lo que el hombre les dio un pequeño cofre donde
guardaba algunas monedas, que era todo lo que tenía. Los ladrones, enfurecidos,
comenzaron a golpearlo hasta provocarle la muerte. Al comprobar que estaba
muerto, los delincuentes tomaron una decisión diabólica: asesinarían al resto
de la familia para que no hubiera testigos. Así, dieron muerte a la esposa y a
los hijos del dueño de la granja, para luego darse a la fuga, no sin antes
esconder los cuerpos en el pozo de agua de la finca, atándolos con cadenas.
Con el paso de los años, la granja se
vendió, y sus nuevos dueños decidieron remodelar el pozo. Cuando estaban en
estas tareas, unos ruidos les llamaron la atención y al mirar al fondo del pozo
vieron con terror, a los fantasmas de los antiguos dueños de la finca con sus
cuerpos envueltos en cadenas, pidiendo auxilio en forma desesperada….
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